Tu conducta está determinada por la respuesta social que obtienes de los demás.
Puedes sentirte valorada, capaz, querida y respetada.
Y, en otras ocasiones, inadecuada, frustrada y culpable con tus actos.
Existe el temor a decepcionar.
A destruir la imagen que los demás puedan tener de ti.
Por eso nos cuesta decir que no.
Queremos complacer a nuestros padres, a nuestras parejas, a nuestros colaboradores, a nuestro personal…
No queremos defraudar, e invertimos una buena parte de nuestra autoestima en hacer felices a los demás.
No queremos quedarnos atrás.
Ni ser excluidas.
Nos pasamos la vida queriendo complacer, muchas veces de forma egoísta, porque nos beneficia estar arropadas y sentirnos apoyadas por los demás.
Al final, por ese sentido de pertenencia, de no querer sacar los pies del tiesto, no nos escuchamos.
Somos nuestros triunfos y nuestros fracasos.
“Soy dueña de mis fantasías, mis sueños, mis esperanzas y mis temores” Virginia Satir.
Somos dueñas también de nuestros triunfos y nuestros fracasos.
Debemos, por tanto, trabajar en nuestro provecho sin ofender ni menospreciar a los demás..
Podemos tener muchas cosas en común con otras personas, pero somos únicas en nuestros pensamientos e ideas.
Esa diferenciación es buena y debemos desarrollarla.
Debemos distinguir entre la estima de los demás y nuestra propia autoestima, que no tienen porqué ser excluyentes.
Buscamos prestigio y reconocimiento, y eso muchas veces hace que no nos escuchemos y nos dejemos llevar.
Necesitas cultivar la autoconfianza.
Y creer en ti.
¡Basta! Puedes decirte que no a ti misma.
Todas tenemos varias “subpersonalidades”.
El primer paso es conocer su existencia, aceptarlas, determinar que existen conflictos entre ellas y que eso te autolimita.
Tienes que aprender a llegar a acuerdos entre todas ellas.
Y ejercitarlas para que sepan decir «no».
¿Sigo en mi cómoda posición o salgo de la zona de confort y me lanzo a lo que realmente quiero hacer?
¿Voy a ese curso que me viene tan bien por los contactos que puedo hacer, me quedo en casa con un libro o salgo a cenar con mis amigas?
Unas veces puedo dejar que gane la batalla mi parte comodona, otras la más racional o la más frívola.
Son negociaciones internas que debes saber manejar.
Si tienes un plan, una meta o unas necesidades, es necesario renunciar a muchas cosas. Y necesitas decirte que no.
Decirte que NO desde la empatía, comprendiendo tus necesidades y las de los demás.
¿Eres egoísta cuando dices que «no»?
Karl Albrech habla de cuatro capacidades que caracterizan la inteligencia social:
- Situación: Ser capaz de entender a los demás en sus diferentes situaciones vitales.
- Presencia: Resultar accesible, transmitir proximidad y confianza.
- Autenticidad: Ser sincera con una misma y con los demás.
- Claridad: Saber expresar nuestros propios pensamientos e ideas.
Para desarrollar tu inteligencia social, tienes que atreverte a decir que NO.
Muchas veces no es necesario un «no» rotundo.
Siempre puedes negociar algo equilibrado, un punto intermedio entre la demanda que te hacen y tu disponibilidad.
“Decir ‘no’ te libera para poder decir que sí cuando más importa” Grant.
¿Cómo decir que NO?
Poner límites no es sencillo, pero una vez que aprendes cómo hacerlo deja de generarte ansiedad, culpabilidad y malestar.
Es mejor aprender a decir NO que buscar excusas, pues entonces la demanda seguirá repitiéndose.
El primer paso es entender que es normal que al principio te genere incomodidad.
Puedes explorar distintas fórmulas y ensayar posibles respuestas.
Existen también muchas formas para decir que «no».
Es interesante tenerlas en mente y manejar distintas respuestas, según la situación.
«No dispongo de tiempo aunque agradezco que me hayas tenido en cuenta. Te voy a poner en contacto con alguien que puede ayudarte».
«Tendría que dejar de lado otras cosas para decirte que sí y no es el momento…»
Di que «no» con tus palabras, tus gestos y tus pensamientos.
Ponte frente al espejo para controlar también el lenguaje no verbal, aunque la mejor manera de que este «NO» no te juegue una mala pasada, es estar segura de tu «NO».
Mantén un lenguaje corporal amigable pero firme.
Y no digas que «no» desde el enfado o la obcecación, sino desde la reflexión y la seguridad de que eso es lo que quieres.
No tienes que dejarte intimidar.
Puedes permitirte un tiempo para responder.
“No es necesario decir todo lo que se piensa, lo que sí es necesario es pensar todo lo que se dice” – Quino.
Según la circunstancia, tu negativa puede requerir una explicación, aunque debes disculparte sólo lo necesario.
En muchas ocasiones es más efectivo y rápido, acompañar el NO con una sonrisa y un “gracias” a extenderte en largas disertaciones tratando de justificarte.
Aún así, hay personas muy persistentes a las que resulta muy complicado decirles que «no».
Hace poco leí esto en la red:
“Siento decepcionarle. Uno de mis objetivos para este año es mejorar mi habilidad para decir «no». Usted es un público difícil, supongo que me viene bien para practicar…”
¿Qué ocurre cuando dices que «no»?
Probablemente mucho menos de lo que piensas.
Es más la ansiedad que te genera que lo que realmente acaba sucediendo.
Decir que «no» te libera y te da más control sobre tu vida.
Refuerza tu autoestima y seguridad.
Y ganas en respeto.
No tienen que ser grandes asuntos.
De hecho, hay que aprender a poner límites en las cosas pequeñas y cotidianas.
Te podría contar mi propia experiencia o la de gente cercana, pero resulta mucho más interesante que vivas la tuya propia.
En los últimos años he escuchado historias de mujeres de diferentes edades que consideraban que el éxito laboral había dañado su salud y su bienestar emocional de forma desproporcionada al beneficio económico recibido a cambio.
En buena parte es debido a no saber decir que «no».
Asusta más el miedo a lo que pueda suceder que lo que realmente ocurre después.
Si eres coherente, no tienes por qué sentirte culpable.
Te animo a decir que «no», cuando tu tiempo o tus necesidades te lo sugieran.
Decir que «no» con coherencia, es un ejercicio muy sano.
No te sientas culpable ni te preocupes por lo que puedan pensar los demás.
Priorízate.
Ahora dime, ¿a quién le vas a dedicar tu próximo «NO»? Te leo en los comentarios.